martes, 13 de septiembre de 2011

El legado perdido


“ [… Tengo un extremado respeto a la justicia y a los derechos ajenos. Llegué a todas las posiciones sin haber recurrido jamás a ninguna influencia o recomendación y eso mismo aplico a los demás con quienes tengo contacto […] Siempre he sentido un profundo entusiasmo cuando veía disciplina y vocación […] Una de las mayores satisfacciones que he tenido es la calidad de mis discípulos que trabajan full-time y que dan ejemplo de amor a la ciencia y de abnegación, desinterés pecuniario, esfuerzo casi ilimitado[…] Siempre tuve mucho respeto por los demás y no consideraba a nadie inferior …]
Fuente: Entrevistas de Evans a Bernardo Alberto Houssay, 1941


¿Dónde quedaron, nos preguntamos y les preguntamos, las palabras del Fundador del CONICET?
¿Sería acaso posible rastrear, por mas minúscula que fuese, en alguna parte de este Consejo,  una  demostración de ese legado? ¿Quién se animaría a levantar la mano?
No nos equivocamos. Son preguntas. Y  nada sería más útil, en este momento,  que alguna mano elevándose para dar algunas respuestas.  Ó, por qué no, alguna mano pidiendo la palabra para invitar al diálogo y no al enfrentamiento de intereses  contra las necesidades de un grupo reducido que hasta hoy no tenía voz. 
Pareciera ser que hoy, el principal organismo dedicado a la promoción de la ciencia y la tecnología en la Argentina se encuentra más fragmentado que nunca.  La falta de respeto a la justicia y a los derechos ajenos, en contraposición con lo que fueran los pensamientos de aquel fundador, han contribuido de manera fundamental a la dispersión del principal objetivo del organismo en cuestión para multiplicarse en pequeños intereses ajenos al mismo,  y que nada tienen que ver con la ciencia.
No ha sido una lectura errónea por parte del personal que compone CONICET lo que ha llevado a esta partición y dispersión de las fuerzas. Han sido las declaraciones personales que los mismos directivos han hecho  sobre el papel irrelevante que tiene  para el organismo  todo el personal administrativo. La valoración como valuación, en función de la función desempeñada (valga la redundancia) regida por un claro contexto de oferta y demanda no podría ser mas alienante y denigrante para cualquier persona.
Sin embargo, los mismos directivos que declaran ser “sensibles” a los reclamos, no otorgan respuestas a los mismos y confunden la simple notación con la valoración propiamente dicha. Porque para notar que el trabajo se hace de manera efectiva simplemente es necesario estar en el lugar donde dichas actividades son desarrolladas. Y para valorar el trabajo hecho es necesaria una devolución, y hasta ahora la devolución ha sido sólo verbal: felicitaciones por la labor hecha o empatía por la situación que nos toca vivir. Y sin embargo, para sobrevivir se necesitan más que palabras, más que felicitaciones y empatías. Y que no se malinterprete esta carta. No pedimos más que llegar a fin de mes con la tranquilidad y dignidad que se merece cualquier persona capacitada que desarrolla su trabajo de manera dedicada y responsable.
Evidentemente, evaluando esta situación, poco y nada queda de aquella mirada para la cual no había individuos inferiores. Y ésta ha sido, a nuestro entender, la razón fundamental por la cual la estructura toda del CONICET, y por lo tanto su fuerza y potencial de trabajo y desarrollo, se ha visto fragmentada,  desvirtuada del ideal de aquel fundador, y dispersada en sectores que luchan entre ellos por sus intereses propios y no en vistas de un desarrollo en conjunto por un bien común de la sociedad toda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario